viernes, 20 de septiembre de 2013

Un gatito a punto de morir

No era mucho lo que tenía para dar.
Igual me lo aceptaste:
veinte clavos oxidados,
algunos papelitos,
un disco rígido quemado,
frutas maduras de coto,
un serafín de peluche,
un gatito a punto de morir.

Un rato
te quedaste.

Miraste los clavos
bajo el filo incipiente
de la luz de junio.

Yo quería que te quedés,
que te quedarás un ratito
más, quedarate, te dije,

pero ahí empezó a resb
a refalar
como una herida de muerte,

de tragar tanto clavo,
tanto clavo oxidado.

Es que los días
los días abruman 
hasta embotar 
el cerebro más fuerte
el cuerpo más brillante.

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