miércoles, 1 de agosto de 2012

dientes de carne

todavía no llegás. yo puse el agua porque te estaba esperando. el agua se calentó y ahora se volvió a enfriar. mientras vuelvo a tratar de esperarte me miro las uñas, siempre tan feas. y más con esta luz de día nublado que hace que todo parezca más feo. menos vos. te imagino llegando, tranquilo, descansado, con el pelo mecánicamente revuelto, la piel como una goma suaave y profundamente esponjosa. te sacás el abrigo, lo dejás en la silla y me preguntás cómo estoy. querés un té, te pregunto. sí, con leche, me respondés. y tus dedos mecánicamente masticables, de un material fuerte color leche tibia, las puntas apenas frías, el centro de la palma caliente y apenas húmedo. te sentás y yo voy directo a las rodillas, upa, upa, upa. te quiero morder los dedos como si fueran masitas bañadas en chocolate, rellenas de dulce de leche. sí, la estructura firme de la cobertura que sin embargo cede con facilidad a la presión los dientes de carne. ¿eso existe? cuando era chica pensaba que después de los dientes de leche venían los de carne. lo googleo, pero lo primero que sale es "restos de carne entre los dientes". se va la lechosidad del día entonces, aparece la primera luz de la noche, el agua ya totalmente fría, la carne totalmente cruda, pero las uñas ya no se ven tan mal bajo la luz de bajo consumo.