Estuvo acá.
Vino,
le abrí la puerta,
yo pensé que quería jugar.
Vio
lo poco que había
y lo fue guardando
en bolsitas de la municipalidad,
verdes para lo más ligero,
negras para lo más pesado.
Venció
mi voluntad
como vence un palito de chupetín
ante la fuerza de la mano de un nene.
Recibí sus órdenes
frotando mis antenas contra las suyas.
En ese momento nos miramos los ojos.
No nos perdimos el uno en el otro. No había pupilas,
ni circunferencia blanca. ¿Me besó?
Fuimos deshaciéndonos al sol.
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