Estuvo acá.
Vino,
le abrí la puerta,
yo pensé que quería jugar.
Vio
lo poco que había
y lo fue guardando
en bolsitas de la municipalidad,
verdes para lo más ligero,
negras para lo más pesado.
Venció
mi voluntad
como vence un palito de chupetín
ante la fuerza de la mano de un nene.
Recibí sus órdenes
frotando mis antenas contra las suyas.
En ese momento nos miramos los ojos.
No nos perdimos el uno en el otro. No había pupilas,
ni circunferencia blanca. ¿Me besó?
Fuimos deshaciéndonos al sol.
lunes, 23 de septiembre de 2013
viernes, 20 de septiembre de 2013
Un gatito a punto de morir
No era mucho lo que tenía para dar.
Igual me lo aceptaste:
veinte clavos oxidados,
algunos papelitos,
un disco rígido quemado,
un disco rígido quemado,
frutas maduras de coto,
un serafín de peluche,
un gatito a punto de morir.
Un rato
te quedaste.
Miraste los clavos
bajo el filo incipiente
de la luz de junio.
Yo quería que te quedés,
que te quedarás un ratito
más, quedarate, te dije,
pero ahí empezó a resb
a refalar
como una herida de muerte,
de tragar tanto clavo,
tanto clavo oxidado.
Es que los días
los días abruman
hasta embotar
el cerebro más fuerte
el cuerpo más brillante.
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